Las PAS nos encontramos innumerables problemas a la hora de encontrar pareja.
Es posible que los primeros años de nuestra vida, pudimos disfrutar de relaciones de larga duración, y esto se debía a que tragábamos y tragábamos con todo.
Como buenas PAS que somos, nos gusta que la gente se encuentre a gusto, nos gusta en cierto modo agasajar y no nos gusta nada llevar la contraria o generar conflictos.
Solíamos ser serviciales, empáticos, cuidábamos de nuestras parejas, asumíamos que las cosas debían ser como eran.
Tanto nos cuesta contrariar, imponernos, o admitir el fracaso, que es posible que nos hayamos encontrados inmersos en un una espiral o situación de la cual no sabíamos salir.
A los PAS nos aterra el cambio. Solemos siempre querer tener el control de las situaciones, y por eso, nos da tanto miedo alterar nuestra cotidianidad, imaginar dejar la relación.
A medida que interaccionamos con los demás, que conocemos a distintas personas, podemos comprobar que nuestro patrón se repite.
Tendemos a idealizar al otro, aquél con el que nos encontramos; idealizamos sus cualidades, ya que en cierto modo “creemos necesitar algo que en teoría ellos tienen” y de lo cual nosotros carecemos. Esto sucede porque captamos "a mil" la belleza de las cosas y de las personas; las percibimos de forma exacerbada. Magnificamos las sensaciones, las emociones, y por ende, su valor.
Los PAS queremos aprender siempre; somos curiosos. Intentamos absorber de los demás lo que consideramos que nos falta.
De esta forma tendemos a subir a un pedestal a los demás y nos enganchamos a su cuello cegándonos, y dejando de ver todo, no sólo lo que nos rodea, sino lo que tenemos en nuestro interior.
¿Qué ocurre a posteriori? Pues que continuamos conociendo a otros de los cuales nos seguimos cegando. Si establecemos contacto con alguien nuevo, nos intentamos comportar como su protector, su madre o lo damos todo; y es que somos tan perfeccionistas y captamos tantas cosas, que nos sugestionamos con no estar a la altura de sus circunstancias.
A las PAS nos gusta mostrarnos “perfectos”. Intentamos ser siempre eficaces y nos tomamos las relaciones como un trabajo, en el que no se no es remunerado.
Terminamos trabajando para un “falso jefe” que no existe y cuyas exigencias nos autoimponemos.
¿Y qué pasa con el otro?
El otro, que nos ve tan pendientes de él, se cansa, se agobia y se aburre, porque nos capta o percibe tan presentes, que siente “que le han matado el ciervo y se lo han puesto en bandeja”. ¿Para qué salir a cazarnos?, si nosotros ya nos estamos ofreciendo GRATIS.
Un PAS es una persona eficiente, educada, delicada y detallista, y los demás nos suelen tener en consideración. Nos dicen que somos distintos y es que, ¡realmente lo somos!, pero terminamos convirtiéndonos en bonitos objetos, ya que a la larga, si abrimos la boca, nos dejamos sentir, o vibrar, sale nuestro modo más intenso y esto supone ” la debacle” para el resto. Traemos problemas por nuestra forma de sentir, de vivir…. “tan intensa”.
Tengo dos noticias que darte. Una es buena, la otra es menos buena. La segunda es que no podemos dejar de ser QUIENES SOMOS. Por el contrario, la primera, la buena noticia, es que puedes aprender a moderar la forma en la que te desenvuelves con los demás.
De verdad es que se puede. Yo soy un claro ejemplo de ello. Lo primero que hay que hacer es ser consciente de lo que te sucede.
Asumir el porqué de tu comportamiento y a partir de aquí, podemos analizar tu historia personal con la finalidad de aprender a sacar provecho de esto que sientes, enseñarte a ser moderado con lo que muestras y, de este modo, podrás comprobar como tu vida empieza a equilibrarse.
No se trata de perder quien eres, no se trata de dejar de ser quien eres, ocultar tu personalidad, o seguir sufriendo en silencio eso que albergas en tu interior, pero que a veces te encanta tanto ser o sentir.
No hay que renunciar, hay que asumir y potenciar.
PONTE EN CONTACTO CONMIGO Y TE EXPLICO CÓMO HACERLO AQUÍ.
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