· 

Viviendo como un Niño

Como adultos nos enfrentamos a situaciones diarias, obligaciones y tareas que debemos afrontar como personas responsables, pero no siempre nos hacemos cargo de ellas de la manera correcta.

 

Nos tomamos todo demasiado en serio a veces y olvidamos banalizar las cosas.

 

En ocasiones queremos ejercer tanto el control sobre algo que terminamos desgastándonos con la finalidad que nada se nos escape, que nada malo nos sorprenda y de esta forma estamos apagando sin darnos cuenta la chispa de la vida.

 

¿Recuerdas cuando eras una niña?. ¿Recuerdas cuando podrías jugar horas y horas con algo o con un amigo imaginario?.

 

Estoy segura que de pequeña solías proyectar mil cosas en tu mente y a veces las veías tan nítidas que parecían reales. Al hacernos adultos hemos perdido esta capacidad de soñar y de hacer las cosas con alegría e ilusión. Hemos perdido ese torbellino interno que sentíamos cuando se nos ocurría hacer algo novedoso y si teníamos que enfrentarnos a algo que no nos gustaba, lo hacíamos sin pensárnoslo tanto, le quitábamos peso y no trascendíamos ante lo malo que podía ocurrir.

 

No es bueno vivir la vida sin contemplar en ella las posibilidades y consecuencias de nuestras decisiones o nuestros actos, pero sí que podríamos intentar a veces aligerar las cargas mentales, actuar con más espontaneidad sin pensar en todo lo negativo que puede acontecer y que la mayoría de las veces no sucede.

 

Nos estamos perdiendo cosas fantásticas, estamos dejando escapar las ilusiones como fina arena entre nuestros dedos y todo por no recordar ese niño que fuimos algún día y que observamos con una gran sonrisa en los álbumes de fotos de antaño.

 

 

¿Por qué no intentar salir hoy a la calle de la mano de nuestro amigo imaginario?

 

Seguros, acompañados, alegres, ilusionados, sin miedo.

 

Escribir comentario

Comentarios: 0