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¿Qué está ocurriendo con esta generación de Milenials?

Eres una de los millones de personas que hemos nacido en estas últimas 2, 3, 4 o 5 décadas, y si creo estar en lo cierto, puede que seas uno de los Milenials que nos quejamos de la vida, que a veces nos sentimos desamparados, dolidos, frustrados, vacíos, con ansiedad, deprimidos, sin saber dónde ir y con miedo en las venas.

 

Somos una generación de débiles a pesar de enfrentarnos algunos a duras e interminables horas de estudios y trabajos, enfermedades, dificultades en compaginar y conciliar vidas familiares, profesionales y personales. Parecemos fuertes, pero en el fondo no lo somos.

 

Observo la época de mis abuelos y padres, y tenían un camino establecido, un camino marcado, definido y eso les hacía querer ser más competitivos, serios, profesionales, estrictos. Ellos sabían esperar, respetaban tiempos y acontecimientos, sabían ahorrar para poder darse un capricho, sabían aguardar para poder vivir con su pareja, creían saber querer a una persona sin la necesidad de compartir momentos íntimos con ella… y eso les hacía especiales, resistentes  y más fuertes si cabe.

 

En la a actualidad, super, más que super, hiper desarrollamos el sentido de la vista y del pulgar. Nos dejamos llevar por lo que vemos, seguimos a pies juntillas consejos de instagramers que van de eruditos y desean mostrarse ante nosotros como influencers, coolhunters o modelos a seguir… por favor, parece que nos sobra el tiempo. Esa gente parece tener mil horas para ir al gym, pasear y nadar en playas y piscinas paradisíacas, pelar toneladas de frutas, huevos cocidos y aguacates.

 

Ellas no paran de colgar fotos de espaldas y de la mano de hombres que quedan fuera de la captura, visten bikinis imposibles y mallas de colorines con super trainers Nike, y ellos no se quedan cortos (más bien sus pantalones lo hacen) al sonreír a la cámara con unos dientes más blancos que Shakira en el anuncio de Oral B, con el más seductor guiño de ojo a las seguidoras al otro lado de la pantalla, bañadores y tipines (¿se creen que va a estar así a los 50?).

 

Todos parecen disponer de 24 horas al día para cuidarse, comer saludable, hacer ejercicio, plancharse el tupé, tomar cosas ricas e hipocalóricas y viajar…viajar mucho, sentirse aventureros y ellas sentirse exploradoras de islas orientales y divas del bikini más colorido y pequeño. Por favor…parecen cromos repetidos. Parecemos todos felices 😉.

 

Terminemos de dar consejos espirituales, cuando de espirituales no tenemos ni el nombre aun llamándonos Fátima, San Lucas, Cristiano o Georgina. Cesemos de dar mensajes y lecciones de vida con 18 años, que esta edad considero que no es la suficiente para saber lo que es vivir a no ser que te haya tocado el salir adelante de una vivencia traumática, enfermedad seria o  accidente (esas son las personas que son nuestros maestros aun teniendo 5 años, pero ellos no se meten en Instagram para contarnos lecciones de vida y comentándonos que hay que luchar; su intención es la de ocuparse de ellos y los suyos para sobrevivir y arrancarles una sonrisa entregando tranquilidad y haciendo entender que están bien).

 

Dejemos de mostrar al mundo que somos felices en redes sociales y salgamos a la calle a conocer a personas, contarnos historias y reír… reírnos mucho por las meteduras de pata de la vida, ya que al final las mejores lecciones se aprenden probando y arriesgándose a equivocarnos, porque de eso se trata, de VIVIR y solo se vive HACIENDO y ATREVIÉNDOSE A HACER.

 

Nos hemos acostumbrado a estar muy seguros detrás de una pantalla, un Nick y de unos filtros que nos quitan todas nuestras imperfecciones y los problemas psicológicos a los que no queremos enfrentarnos. 

 

Así, al final no deberíamos preocuparnos por parecer perfectos, sino por mostrarnos HUMANOS, que es de lo que carecemos, de humanidad.

 

Todo es fácil, todo es bonito, todo es genial, pero todo es vacío, y así nos quedamos, manteniendo relaciones vacías y frías, manteniendo trabajos para pagar cosas frías, como la hipoteca de una casa; conducimos coches fríos en los cuales no podemos disfrutar de una compañía genuina que nos aporte la luz a nuestro pensar y voz que coree junto a nosotros la canción que nos hace vibrar.

 

Hemos perdido la ilusión por la música, por ir al cine a ver una peli, porque podemos tener miles a un botonazo desde nuestro sofá. Perdemos la ilusión de aprender y descubrir, puesto que vamos a comprar la coca cola en el coche y por el camino que siempre conocemos, aparcamos en la puerta, solicitamos el pedido a veces en una máquina y lo obtenemos al instante acariciando un TPV con nuestra tarjeta de crédito.

 

Todo es fácil, pero al final es cuando más vulnerables e indefensos nos volvemos y más nos deprimimos porque no sabemos cómo podemos convertirnos en personas de valor sin unos músculos que lucir, carillas para sonreír, caravana aventurera que aparcar frente al mar, novia de catálogo, coche de infarto, pantalones pesqueros, anillos hasta en los dedos de los pies, y más filtros que un observatorio astronómico para no quemarnos la retina….

 

Al final todo con conservantes, colorantes y no sirve ni para chupar, imposible de masticar y más aún de tragar.

Una pena… de debilidad, generación y Milenials… nos hemos vueltos blandengues y vacíos.

 

Yo quiero…… quiero vivir y sólo ser consciente yo y compartirlo con los que quiero. Gente por la que merece la pena tener que mascar y mascar, pero con los que te acuestas por la noche con un gran sabor de boca y con los que despiertas por la mañana con toneladas de ilusión en la mirada.

 

Despertemos y aprendamos a vivir de verdad, de forma intensa y dejemos la cámara y la red social aparcada.

 

¿A qué tenemos miedo?

 

 

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