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Las Cicatrices de la Palabra

La palabra daña, la retórica y la dialéctica dañan, al igual que el silencio.

 

No sólo lo físico duele, también lo que no pesa, lo que no huele, lo que no se palpa, lo que no se agarra.

 

Las palabras hacen daño, los insultos y los menosprecios; las quejas, los gritos, las desaprobaciones, los rencores y reproches; la indiferencia castiga también.

 

No sólo es maltratado aquel que recibe un tortazo o un tirón de cabello, también el que recibe un “tú no sirves para nada”, “sin mí tu vida no vale nada”, “como hagas esto, te juro que”, “tú no tienes ni puta idea de mi vida”, “das asco”, y otras frases que por desgracia hemos escuchado alguna vez…

 

Por ello debemos cuestionarnos si lo que recibimos en nuestro día a día es un maltrato, si nos mengua como personas, nos hace sentir miserables y pequeños.

Este tipo de frases y conductas, a través del tiempo y mediante la reiteración terminan hundiendo a cualquiera.

 

Por eso insto y animo a todas las personas que si detectan este tipo de tratamiento por algún otro individuo de su entorno, abran bien los ojos y afinen sus oídos para no caer en una espiral de autodestrucción, ya que estos ataques no matan a la primera, pero llega un punto en el que uno no desea levantarse por la mañana generándonos una especie de sensación de muerte en vida.

 

No permitas esto. La verdad duele, pero no estás siendo respetado y están emprendiendo contigo un maltrato encubierto que a la larga puede llevarte a una depresión o a un nivel en el que te sea difícil despegar y afrontar tu vida con una estima sana.

 

No permitas que te dañen con la palabra. Estas cicatrices también arañan el alma y el corazón, aunque no dejen huella visible.

 

 

 

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